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Natalia Menéndez. Foto de Guillermo Casas Baruque.

Natalia Menéndez. Directora del Festival de Almagro

Clásicos Contemporáneos

Natalia Menéndez es un referente en las artes escénicas: actriz, directora, traductora, autora teatral... Y además, este año se ha estrenado como directora del  Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Tras el éxito de esta edición, nos habla de sus impresiones sobre la situación actual del teatro.

 ¿Cómo describiría esta experiencia de la dirección del 33º Festival de Teatro Clásico de Almagro?  Ha sido una experiencia emocionante, compleja, que me ha enriquecido.

 ¿Qué peso tiene el Festival de Almagro en las Artes escénicas españolas? Es un Festival importante, un referente... Incluso podríamos decir que el más importante del mundo en su especificidad.

¿Cómo ha afectado la crisis económica al Festival?  El presupuesto general se ha reducido en un 29% para esta edición.  Hemos usado menos espacios pero no hemos sacrificado ni un ápice la calidad de la programación.

¿Podríamos hablar de un resurgimiento del teatro clásico español o de representaciones más propias de festivales o circuitos cerrados?  Las obras programadas para el Festival ya están en circulación. De hecho, muchas compañías se plantean trabajar sobre los clásicos porque el público los demanda.

¿Cree que ser lo más fieles posibles a los clásicos o apostar por una actualización? No tenemos DVDs ni grabaciones de voz del Barroco. Lo que quiero decir es que toda propuesta actual es contemporánea aunque esté basada en textos clásicos. En el Festival hemos apostado por propuestas llevadas a escena de manera muy tradicional y otras más arriesgadas.

¿En qué teatro, nacional o internacional, se ha sentido más a gusto trabajando? Me siento cómoda en cualquier teatro de cualquier lugar que cuente con un buen equipo humano; profesional y técnico y que esté cerca del público. 

¿Y como espectadora?  Valoro una programación de calidad, una buena escucha y visibilidad. Como espectadora lo que busco es que la obra me llegue independientemente de aspectos como la arquitectura del teatro, su prestigio...

¿Cuándo fue la última vez que se emocionó en un teatro? Más que emocionada diría que quedé impresionada con el Tartuffe del Teatro Nacional de Hungría que tuvimos en el Festival, por su escenografía, sus actores y su propuesta escénica. 

En estos últimos años ha habido una ruptura tanto del espacio como del lenguaje escénicos, se han tomado como base las ideas de espacio vacío de Peter Brook o el Teatro de la crueldad de Antonin Arnaud, entre otros... ¿Considera que el nuevo teatro es un reflejo del cambio social? Creo que Artaud y Brook son personajes de los años 70 y en estos momentos su aportación está asumida, interiorizada y muy trabajada. Evidentemente se corresponde a la evolución de esta sociedad. Ya son parte de nuestra historia teatral pero lo que ocurre hoy es producto también de otras muchas influencias.

¿Cree que un gestor teatral debe pretender, de alguna forma, que una persona que no haya entrado jamás en un teatro lo haga? Por supuesto. De hecho creo que es su objetivo principal, crear nuevos espectadores y a la vez seguir alentando al público habitual. 

¿Cuál considera que es la función del teatro? Divertir, emocionar, enseñar, conmover, repercutir en la sociedad y trasladar lo que la sociedad piensa. Hay tantas formas de hacer teatro como públicos y cada tendencia es respetable.

 En un mundo en el que cada vez se da más importancia a la imagen y menos a la palabra, ¿qué futuro le espera al teatro? El teatro es y seguirá siendo. Seguirá existiendo puesto que la palabra y el gesto en vivo no se pueden superar nunca.

 Al Festival de Almagro ha acudido como espectadora, actriz, dirigiendo alguna obra y ahora como directora del festival. ¿Qué otras facetas le gustaría explorar? De momento estoy concentrada en el Festival y no tengo proyectos a la vista.

Texto: María José Yagüe. Imágenes:  Natalia Menéndez. En sumario: "Controversia". Fotos de Guillermo Casas Baruque.

Almagro: Clásicos contemporáneos