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Bajar de la nube

El cedé tiene los días contados si nos atenemos a los últimos informes de la empresa de estudios de mercado Nielsen (que elabora las listas de éxitos del Billboard), de la Federación Internacional de la Industria Discográfica y de la asociación de Productores de Música de España, que apuntan a internet como única salida a la crisis del mercado discográfico. La tecnología streaming, que da acceso a millones de canciones con tarifas planas muy económicas, está llamada a ser la última entrega de la revolución digital. Pero, como quiera que los servidores de almacenamiento en nube (como el malogrado Megaupload) mejoran cada día la experiencia virtual de los usuarios, pocos imaginan cómo y, sobre todo, dónde sonará la música allá por 2022.

Una cosa está clara y es que la batalla por la capacidad de almacenamiento de los reproductores ha tocado a su fin. Para Lutz Emmerich, country manager de Spotify en España, “la gente está dispuesta a pagar, pero ya no quiere comprar ni acumular discos sino buscar, encontrar y escuchar”. Para que ese sencillo “clic” surta efecto, las majors y los sellos independientes no sólo han de volcar sus catálogos, también deben acondicionar todo un entramado legal que permita repartir los beneficios entre las sociedades de gestión de derechos de autor y las distribuidoras digitales. Desde hace unos meses el gigante Google exige su parte del pastel con su propio canal en streaming (sólo para EEUU) e incluso se ha animado a fabricar un reproductor musical que podría marcar un antes y en después en la carrera tecnológica ya que no se trataría, según los rumores de The Wall Street Journal, de una mejora del popular iPod sino de un sistema de distribución inalámbrica de música en el hogar. Un nuevo reto que, según los expertos, ya marca tendencia entre las patentes tecnológicas.

Cuenta a El Duende Antonio Ortiz, director de estrategia online del Weblog sobre tecnología de la información y el conocimiento Error500, que “el dispositivo del futuro será el no-dispositivo”. Según esta teoría, el consumo de música pronto evolucionará del producto físico actual a un servicio único. “Estará en todos lados, integrada completamente en el software de nuestra vida cotidiana y se manejará por medio de un cerebro digital”. Nuestras canciones favoritas ya no viajarán en el bolsillo ni pegadas al cuerpo, sino que se trasmitirán desde nuestra biblioteca virtual a los altavoces del coche, a los auriculares de un discreto reloj o incluso sonarán a través de la propia ropa. “Además ofrecer acceso ilimitado, será un sistema inteligente, pues reconocerá nuestros gustos automáticamente. Algo parecido a lo que hoy hacen Lastfm o Biit pero con muchas más posibilidades”.

La misma transferencia de datos P2P (peer-to-peer) que emplean algunos programas de descarga ilegal (como eMule y BitTorrent) seguirán sirviendo, con sus previsibles mejoras, para abastecer de canciones la nube musical, que estará conectada con nuestro perfil de las redes sociales. “La música seguirá siendo lo que nos convoca en todo tipo de experiencias. En diez años cambiarán mucho las cosas, pero seguiremos siendo animales melómanos”.

Texto: Manuel Dallo. Foto: Mr Toledano

Año 2022. ¿Cómo escucharemos música?