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FAR FAR WEST

Por Rubén Arribas

El viento del viejo Oeste remueve el polvo de los últimos coches que transitan por el centro de la ciudad. Las prisas permiten un solo trago a la poesía y lo único salvaje que queda son los recuerdos de aquellos duelos a muerte, por ver cuál de los dos sexos quedaba encima, aun por un momento, hasta la siguiente sacudida. Las cartas ya no se distinguen de tanto tiempo marcadas y el as de la manga me lo robó el sheriff. El Este hace tiempo que entró por poniente y el día se bebió la noche. El galope del caballo se convirtió en un trote inagotable de obligaciones y las resacas dieron paso a sacas a secas, sin fondo. Mentiría si dijera que no me echo de menos allá donde paraban los relojes, en ese lugar en el que se fundía la melodía de un whisky y el olor de un solo de piano con el sabor del humo en el aire. He vuelto, pero ya no queda nadie, ni tampoco suena la canción. Allí queda tan solo el ruido de gente revolviendo un amasijo de ropa ante un cartel de últimas rebajas. En el horizonte el cielo está más azul que nunca. No hay nada que perder. Desenfundemos las pistolas los vaqueros muertos.

 

Editorial edición FAR FAR WEST