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Bodas de sangre. Foto: Eva Leoz

Una lección de teatro
Escuela Mala-saña

El pasado miércoles se citaban en la Sala Tarambana dos repartos de diecisiete alumnos convertidos en actores de la mano de dos profesores, dos actores de teatro, dos directores, que han hecho de su vida un escenario; Damián Alcolea y Gloria López Corrochano. Un final de curso y una escuela, Mala-saña, muy pequeña de formato pero inmensa en vivencias durante sus siete años. Y todo en torno a unas Bodas de sangre que llevan representándose sin descanso desde su estreno en el desaparecido Teatro Beatriz de Madrid en 1933.

Fueron dos funciones consecutivas y un caleidoscopio de actores de todas las edades, desde los 20 a los 50, de distintas procedencias, de las más variopintas profesiones: abogados, ingenieros, profesores, estudiantes, hijos, novios, padres; bellas piezas unidas en escena que giran a través del ojo del espectador como figuras de metáfora estrechadas en una ilusión; esa palabra llamada teatro, que sale y se entiende desde el pecho.

No hay un día igual en teatro, no hay un mismo público nunca, no hay un papel jamás pequeño, no hay un texto para nadie, no hay un solo Lorca, no hay un solo idioma, no hay vallas, ni rejas en un escenario, es un espacio abierto, una seducción infinita, una eterna invitación a entrar. Y esto fue lo que aprendí yo ayer de estos alumnos, una autentica lección de teatro o de vida, a veces se confunden. Teatro en estado puro; interpretaciones por momentos sobresalientes como las de las madres, Leonardo, las novias, la muerte, las criadas... Porque consiguieron ese silencio especial, ensordecedor, de un público totalmente atrapado ante el templo eterno de Lorca, que para muchos, familiares o amigos, seguro sería su primera liturgia.

Iniciados actores y actores vírgenes enfrentándose a una tragedia en verso que su autor tardó cinco años en escribir y que se ha ganado el derecho de ser universal. Una osadía, un insensato atrevimiento, donde los fallos parecían tener que existir para recordarnos su propio mérito, sus horas de ensayo, y sobre todo lo difícil de ésta profesión a la que ni siquiera a pertenecer aspiran.

Y recuerdo ahora, hace más de tres años, las Bodas de sangre del inagotable José Carlos Plaza en el Teatro María Guerrero y que no me emocionó ni más, ni menos, sino distinto, como un amanecer en países muy diferentes.

No solo hay un Lorca, pero la traición duele siempre igual, como punta de cristales en los ojos. Y el amor es fuego y es llaga y es agua desde Lorca a Camarón. Y la muerte es un cuchillo afilado. Y la libertad nunca es un camino sin consecuencias. Y la pasión es soterrada y deprimida en la condición femenina. Y los defensores de la tradición lo son por encima de la vida. Y la muerte, aciertan, no es una mendiga, sino la bella seductora capaz de vencer al amor. Y un cuchillito que apenas cabe en la mano pero que penetra frío. Y la vida delante del telón y la necesidad, tras los aplausos, de evitar que esas suertes vuelvan a producirse. Y la sensación de que no hemos avanzado mucho aunque hayan cambiado en el tiempo los escenarios y las palabras y se haya empobrecido el castellano. Una cita de Ilusiones, porque el teatro nos es más cosa que eso; una ilusión; como la vida. "El día que uno deja de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir" dijo Lorca. Debe ser por eso que algunos nunca terminen de aprender, porque a vivir no se aprende nunca.

Hoy, 22 de junio de 2012, a las 18 h: Bodas de Sangre, de Federico García Lorca · Centro Municipal de Mayores Pérez Galdos (Avenida Ciudad de Barcelona, 182) · Entrada gratuita. Según disponibilidad de aforo.

Texto: Rubén Arribas
Fotos: Eva Leoz

Aprender teatro con Lorca