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Thom Yorke


2002


Un festival de Fábula

Este año me camuflé, como de costumbre, en el camping de siempre, el de los fibers de piquetas en ristre, de saco de (no) dormir y de “dónde güevos he puesto el martillo”, a pie de tienda de campaña y en lucha encarnizada con los menhires de las miniparcelas que te acogen ‘muy’ cálidamente durante ocho días.

¿Quieres uno? ¿Un qué? Un martillo, hombre, para las piquetas. ¡Qué bueno!, gracias... Yo siempre llevo dos martillos, y así hice un amigo que todavía me dura. [¡Hola Pepín!] 

Lo que no me explico es cómo alguna gente puede estar durmiendo en el suelo, vivir materialmente con lo que cabe en una mochila y salir hacia el festival hecho un pincel, con esmerada elegancia y despliegue de prendas exclusivas, e incluso de disfraces de lo más elaborado: Chewaka y Darth Vader, Superman, Caperucita Roja... Había que ver el desfile de modelitos y personajes. ¡Y se planchan la ropa! ¡A cuarenta grados a la sombra! No me pregunten cómo.

El FIB Heineken ofrecía, como cada año, un magnífico festival de danza, cursos de verano, cine, moda, teatro y arte en la calle... la playa del Torreón, el ritmo de yembé del camping... 35.000 fibers buscando cualquier centímetro de sombra... Y los que no podían faltar: The Chemical Brothers (cabeza de cartel dominical). Había pesos pesados nacionales: Australian Blonde, Mercromina, Los Planetas... e internacionales: Primal Scream, Belle & Sebastian, Suede, Muse, Felix Da Housecat... y así hasta... ¡Más de 100 artistas!

En 2002 el cartel era apabullante. Lucía muchos nombres que se reclamaban hacía tiempo: The Cure, Paul Weller, Supergrass... y... [fanfarria] ¡los más deseados!: Radiohead. Y sonaron Boys don’t cry y, sobre todo, Karma Police, con la que vi a muchos llorando. La pasión de Thom Yorke nos llevó a todos a un mundo de fantasía, casi de ensueño, como si fuéramos encantados por el mago Merlín.

Lo más bizarro de la edición corrió sin duda a cargo de los franceses <<rinôcérôse>>, presentando a una profesional del streaptease, haciendo su trabajo en el escenario... Pero el gran flash del festival me llegó cuando en pleno directo del californiano de Naked Music Petalpusher, Caperucita abrió la cesta de los disfraces y... ¡apareció Blancanieves! Y no en forma de polvos mágicos. Era una Blancanieves tan bien disfrazada, que parecía recién salida del cuento: cara extasiada, como acabada de resucitar, con un aire de dulzura infinita y al mismo tiempo una expresión pícara, cómplice... Y mientras los lobos feroces pedían una foto con ella, el house más sugerente, elegante, desnudo y sensual entraba, por fin, en el FIB Club.

Fue el FIB Heineken del gran cartel, un festival fantástico, de grandes estrellas y mayor espectáculo. Pero la verdad, al lado de Blancanieves, casi todo se quedó enanito en Benicàssim.

 

Texto: Emilio Gómez

En foto: Thom Yorke. Archivo Maraworld/  Óscar L. Tejeda. / (en sumario) Robert Smith /The Cure) Archivo Maraworld/  Óscar L. Tejeda


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2002. Un Festival de Fábula