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Javier Limón. La alegría de la huerta.

Antes de convertirse en el rey Midas de la industria discográfica (Paco de Lucía, Estrella Morente, Calamaro, Diego El Cigala, Bebo Valdés y así hasta 80 álbumes), Javier Limón (Madrid, 1973) compaginó sus estudios en los conservatorios de Nueva York y Madrid con las clases de agronomía.

“Mi madre me apuntó a todas las ingenierías por orden alfabético, y me cogieron en agrícola”, cuenta a El Duende. “Pero yo siempre tuve claro que lo mío era la música”. Hace dos años, este compositor y productor, cuyo nombre se repite cada año en las quinielas de los Grammy Latinos (ya tiene tres), decidió abandonar su estudio de Batán y mudarse a un tranquilo barrio residencial de Boston, donde trabaja como profesor de la Cátedra de Flamenco y director artístico de la Instituto de Músicas del Mediterráneo en el prestigioso Berklee College of Music.

¿En qué momento te planteas dejar tu estudio de Batán, en Madrid? Siempre me ha llamado la atención ciudades como Nueva York, La Habana, Estambul... Me surgió la posibilidad de marcharme a Estados Unidos antes de que saltaran las alarmas de la crisis. Después del concierto homenaje a Paco de Lucía, que en 2010 fue investido Doctor Honoris Causa de la Berklee, me ofrecieron la Cátedra de Flamenco de la escuela. Lo consulté con la almohada, que son mi mujer y mis dos hijos, que por entonces tenían 4 y 9 años, y me dieron su bendición. A ella le apetecía darse un garbeo y a ellos les venía muy bien el inglés.

¿Qué tal andas tú de idiomas? El inglés lo llevo bien. Estudié el high school en un instituto de Queens, así que no tengo mérito. Ahora, que yo no disimulo el acento con nadie. Lo importante es que se te entienda.

Te fuiste para un año, y al final han sido dos. Es que siempre quedan flecos sueltos. Traducir todo el flamenco al inglés lleva su tiempo... Pero, vamos, que he estado aquí y allá, siempre yendo y viniendo, en un perfecto equilibrio. Nos volvemos a Madrid a finales de este año, pero yo seguiré cogiendo aviones cada rato. Porque, además de mis clases en Boston, he fundado Limon Aid, una empresa afincada en Estados Unidos dedicada al desarrollo de nuevos artistas, y voy a dirigir el programa Berklee Latino de Miami, que impartirá clases en español.

¿Qué es lo que más te llamó la atención de la ciudad? Los defectos de Boston son a la vez sus virtudes. Me refiero a su extremada educación. Es la ciudad con más porcentaje de estudiantes de todo el país. Es gente que se sabe comportar en todas las situaciones. Pero a veces les falta un poco de sangre en las venas...

¿Cómo es la vida americana para un flamenco? Todo muy sano, aburrido y coherente. Más que buena letra, he escrito mis días con caligrafía gótica. Aquí me acuesto pronto, levanto a mis hijos, voy al gimnasio, riego las plantas... Me gusta Boston, pero ya tengo ganas de otra cosa. Por eso creo que la clave de dejar de España no está en salir sino en saber volver. Ni muy pronto ni demasiado tarde.

¿Qué echas de menos de tu estudio de Batán? No diré la tortilla, el jamón o el fútbol... Uno puede olvidarse por unos meses del Real Madrid y animar a los Celtics de Boston. Aquí lo que más echo de menos es a mi hermana Salomé, mi aliada en todo y la mejor ingeniera de sonido del mundo. En Nueva York no he encontrado a nadie con su capacidad ni su talento. Sobre todo en estos momentos tan delicados, en los que la industria tanto se parece a esos cementerios románticos tan famosos de la zona de Nueva Inglaterra...

¿Dirías que tus últimos trabajos tienen sabor bostoniano? Lo tienen, desde luego, más que nada porque en los discos de Sandra Carrasco, José Mercé o Ariadna Castellanos han participado estudiantes de la cantera de Berklee, y eso les ha dado un aire muy especial. Siempre cuento la anécdota de Mercé, improvisando en medio de unos coros búlgaros niñas de la escuela. Pero es que los flamencos siempre hemos sido muy apañaos para todo. Me acuerdo que un día, grabando el disco de Anoushka Shankar, coincidimos por los pasillos del estudio con Pepe Habichuela. Me fío mucho de ese tipo de casualidades, así que terminamos incluyendo su maravillosa guitarra en el disco. Fue un exitazo tremendo.

¿Hay, fuera de España, capitales del flamenco? El flamenco está por todas partes, permíteme el topicazo. Pero es que es así. Yo nunca lo he visto como ese arte primitivo en el que perduran no sé qué esencias. En realidad, es un fenómeno musical bastante reciente si lo comparamos con otras músicas, como las de la India.

¿Volverás para quedarte? Pero si aún no me he ido...

Texto: Manuel Dallo

Javier Limón. La alegría de la huerta.