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Nico Muhly. Foto: Samantha West

Nico Muhly
La lírica del crimen

Circula por internet un vídeo sobre la paradoja del hombre moderno: el antisocial que comparte fotos con mil “amigos” en Facebook, el tipo sin criterio al que todo le “gusta” y ése al que nada le interesa salvo seguir el rastro de la gente en Twitter. Can I be your friend? no es un documental al uso, sino un simple viral de la English National Opera a propósito del reciente estreno de Two Boys de Nico Muhly (Vermont, EEUU, 1981) en Londres. Desde junio está a la venta, además, su nuevo disco, Seeing Is Believing (DECCA).

El guionista Craig Lucas firma el libreto del primer drama lírico ambientado en internet, que cuenta la historia real de un niño que, a través de un chat, consiguió en 2004 inducir a asesinato a un compañero de colegio. “Recuerdo que leí la noticia en la web de la BBC –cuenta Muhly a El Duende– y pensé que se trataba de un error. Me costaba pensar que algo así pudiera haber sucedido realmente”. Discípulo de Philip Glass y asiduo colaborador de Rufus Wainwright, Bonnie Prince Billy, Björk o Antony and the Johnsons, Muhly demuestra en su debut operístico solvencia con las herramientas del género –la palabra, la melodía, el canto– y rigor en el tratamiento dramático de un “libreto incómodo” que nos advierte sobre los peligros del ciberespacio.

El compositor norteamericano se inició en la música como corista en varias agrupaciones de Rhode Island, Brooklyn y Manhattan. Pero desde hace unos años compagina su pasión por Bach y el repertorio sacro del siglo XVI con el minimalismo de John Cage, la electrónica de Alva Noto o la retórica indie de Grizzly Bear, Sufjan Stevens o Jónsi, de Sigur Rós, que le han abierto las puertas de todo tipo de festivales, incluido el Ensems de Valencia. “Desde pequeño he tratado de integrar mis influencias musicales en un mosaico imaginario que me sirve de guía y de alfabeto, y en el que todos los compositores de ayer y de hoy tienen algo que aportarme”. Su versatilidad le ha llevado hasta Hollywood, donde ha trabajado ya en las bandas sonoras de Las horas, Diario de un escándalo, El ilusionista o The Reader.

Muhly se considera hijo de internet. “Mi generación ha crecido entre arrobas y uves dobles, pero al mismo tiempo es capaz de imaginar cómo era el mundo antes de que nos invadieran los routers”. Quiere decir con esto que Two Boys es una ópera sobre la era Facebook pero que está planteada y concebida al estilo tradicional. “No quería que la realidad online se perdiera en referencias abstractas y leitmotivs electrónicos. De hecho, la atmósfera musical se parece mucho a la de Muerte en Venecia de Benjamin Britten. No he querido inventar nada nuevo, más bien actualizar el baile de Don Giovanni del libreto de Lorenzo da Ponte, donde los campesinos se confunden con los nobles y nadie resulta ser quien dice”. Todas esas falsas apariencias y juegos de espejos de Partenope de Händel, Così fan tute de Mozart o Tancredi de Rossini imprimen a Two Boys el ritmo de un thriller inquietante, en el que la mezzosoprano Susan Bickley interpreta a una detective que, en su intento por desenmascarar al verdadero autor del crimen, “nos hace reflexionar sobre las relaciones virtuales y la construcción de la identidad en un mundo todavía sin reglas”. Ya entre risas, Muhly nos confiesa una de sus experiencias más bizarras delante del ordenador. “Eran las tantas de la madrugada. Estaba bailando y bebiendo con unos amigos, cuando recibí un mensaje instantáneo mientras cambiaba la música. Era mi abuela de 90 años desde Arizona, que quería iniciar una partida de Scrabble. Fue una de esas cosas que te hacen darte cuenta de que el mundo está cambiando a pasos de gigante”.

Ha querido Muhly involucrarse en todo el proceso creativo, desde las audiciones (“te das cuenta de la cantidad de talento desatendido que existe en el mundo”) hasta la puesta en escena, que Bartlett Sher ha transformado una especie de fondo de escritorio vacío sobre el que Fifty Nine Productions proyecta varios vídeos que sirven de arquitectura a la acción. La producción, un encargo de Peter Gelb, superintendente del Metropolitan, llegará a Nueva York en 2013.

Antes de eso, el compositor tiene una cita en el Teatro Real la temporada que viene. Gerard Mortier lo ha convocado, junto a Antony y William Basinski (“the Johnsons”), para el estreno de Vida y muerte de Marina Abramovic, una performance biográfica de cuatro horas con la artista serbia como contenido y continente. “De mis amigos Rufus y Glass me quedo con un sabio consejo a la hora de enfrentarme a retos de grandes proporciones: la mejor forma de hacer una ópera es... hacerla”.

Texto: Manuel Dallo. Foto: © Samantha West.

Nico Muhly: La lírica del crimen