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Herman Koch

Herman Koch
El artista inteligente

Ya era popular en su país, pero gracias al exitazo de La cena, Herman Koch (Holanda, 1953) se convirtió en uno de los narradores más traducidos y aclamados de Europa. Es el segundo título de una trilogía con tintes de género negro sobre las relaciones paterno filiales en las familias burguesas.

El primero aún está inédito en España, “pero se publicará”, nos adelanta el autor. El tercero, Casa de verano con piscina (Ed. Salamandra), acaba de presentarlo la editorial Salamandra, y es más que recomendable.

Había escrito siete novelas, cuentos y artículos, pero solo a partir de La cena se hizo mundialmente famoso. ¿Cómo cambia la fama la vida y obra de un creador? Yo ya era conocido en mi país, Holanda, pero me gusta ser traducido y leído internacionalmente, y me gusta mucho viajar para promocionar mis libros. Me sorprende la aceptación que han tenido en países como China o en Corea; he comprobado que los libros pueden ser apreciados por igual por distintas culturas. Además, gracias a ser menos conocido en el extranjero que en Holanda, los lectores se acercan a mis obras sin prejuicios, prácticamente sin saber quién soy, y así valoran cada texto por sí mismo.

¿Por qué el éxito de La Cena y el la trilogía a la que pertenece? Creo que puede tener que ver con que trata un tema universal. La cena habla de la reacción de unos padres al descubrir que sus chavales han quemado vivo a un indigente y han grabado el homicidio con el móvil, un tipo de vandalismo que, al parecer, está extendido por muchos países. Y en Casa de verano con piscina se habla de lo que un padre puede llegar a hacer por defender a sus vástagos. Son temas que interesan tanto a hijos como a progenitores, porque los llevan a plantearse qué harían si se vieran en esa situación. En el fondo, es un dilema moral ya muy antiguo.

¿Y tiene respuesta? La verdad es que cada lector dice una cosa: yo hubiera denunciado a mi hijo, yo nunca lo hubiera hecho… Me gusta plantear esa cuestión moral para que cada uno se la plantee cuando tenga el libro entre manos.

Las familias protagonistas son burguesas. ¿Pretende una crítica de ese estrato social? Creo que es un error basar un libro en una crítica. He contado estas historias porque me parece que tienen interés. Aunque sí percibo que algunos burgueses quieren aprovechar su dinero y su posición para tomarse la justicia por su mano.

Junto al dato anterior hay otros aspectos de su trilogía me recuerda a algunas películas de Woody Allen. ¿Es un referente creativo para usted? Sí, tengo muchos puntos comunes con él. Incluso menciono Match Point en La cena, cuyo protagonista tiene un sentimiento anti elitista muy similar a los de sus películas.

También se parece a algún personaje de Allen el médico protagonista de Casa de verano…, que está hasta las narices del grupo de artistas que tiene como pacientes, cree que lo desprecian. ¿Comparte usted esa opinión? La comparto sobre un tipo de artistas muy concreto. Artistas arrogantes que piensan que por ser creativos son superiores al resto de la gente. Normalmente, son mediocres. Los buenos artistas son inteligentes.

La cena está basada en hechos reales, y el médico de Casa de verano… tiene rasgos del suyo de cabecera. ¿Siempre se inspira en la realidad para crear? En absoluto. Simplemente, el hecho en el que está basada La cena me hizo pensar. Fue un suceso ocurrido en Barcelona que leí en el periódico. Y me fijé en mis citas con el médico para describir el sistema sanitario holandés. Pero, para escribir, fabulo.

Por tanto, la escritura de una novela no tiene por qué ir precedida de una profunda labor de investigación. Depende de la pretensión del autor. Yo describí el sistema sanitario de mi país según mi experiencia en el ambulatorio: me daba la sensación de que en medicina general intentaban no derivar a nadie al hospital, salvo que estuviera muy grave, para evitar así un colapso de la infraestructura. Es decir, que se intenta ahorrar de esta manera. Varios profesionales sanitarios me han confirmado después que mis sospechas son ciertas.

Texto: Inés Granha.

Herman Koch. El artista inteligente