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Las ninjas del mar
 
Por Andrea G. Bermejo Fotografía: Fosco Maraini
 
El mar las quería desnudas. Los pechos al descubierto, una bandana en la cabeza y el taparrabos llamado fundoshi. Amarrado a este llevaban un cuchillo, y una cuerda de esparto ataba sus cuerpos al barco como un cordón umbilical. Así trabajaban las ama, buceadoras a pulmón del Pacífico, rastreadoras de perlas, ostras y marisco. Lo que en japonés quiere decir 'mujeres del mar'.
 
Ahora su aspecto es otro. Neoprenos negros, aletas, plomos en la cintura, 'como si fuesen guerreras, ninjas del mar', dice Cláudia Varejão. De la lectura de un libro de poemas nació su documental Ama-San (2016), un delicado y bello retrato de estas cazadoras marinas tan antiguas como el Manyōshū –colección de poesía japonesa del siglo VIII–, aunque la leyenda les atribuya 3.000 años de historia. 'Las ama, siendo mujeres, traen consigo un universo muy complejo –recuerda la directora–: son frágiles y fuertes, bucean en el agua pero se protegen con fuego, viven entre el mar y la tierra, son cazadoras y madres de familia, son mujeres y hombres todo en un mismo cuerpo'.
 
En peligro de extinción, cada vez son menos las ama que viven del mar. Según la BBC, de las 18.000 que llegó a haber, quedan 2.000 buceadoras en Japón, casi todas concentradas entre Mie, Iwate e Ishikawa. 'Es un trabajo muy violento. Todos los años muere alguna ama en el fondo del mar, quedan atrapadas entre las algas', explica Cláudia. Y, sin embargo, no hay ama anciana que se plantee dedicar su vida a otra cosa. Trabajando hasta los 70 y 80 años y con mayor capacidad pulmonar que sus compañeras jóvenes, es habitual que sigan buceando hasta que sus cuerpos resistan.
 
Las ama llegan a sumergirse hasta 30 metros de profundidad, durante uno o dos minutos, y al salir a la superficie emiten el llamado isobue, el silbido del océano con el que normalizan su respiración. Después, buscan el calor: en una cabaña (amagoya) se reúnen juntas alrededor de una hoguera y se quitan el frío mientras, en el mismo fuego, cocinan los tesoros de su recolección.
 
Ama-San no es sólo la historia de sus inmersiones, es también una descripción pausada de sus vidas fuera del agua: sus rezos para alejar a los tiburones, las actividades extraescolares de los niños, las amagoyas y los karaokes que, según Cláudia, 'les ayudan a trabajar la capacidad respiratoria'. 'Las ama oyen mucha música, sobre todo enka, que es una música romántica y antigua con letras dramáticas sobre mujeres que sufren pero que sobreviven al dolor', añade la directora que pudo contar esta historia gracias a una beca de la Fundación Oriente de Portugal. 
 
Haciendo gala de su fama de introvertidos y reservados, los japoneses no se lo pusieron del todo fácil a Cláudia Varejão. 'Encontré varios pueblos junto al mar donde las ama buceaban diariamente, pero eran mujeres muy cerradas, no entendían mi interés en ellas. Eran comunidades pescadoras con un lado muy tribal, ancestral', recuerda. Algo similar tuvo que sentir el antropólogo Fosco Maraini cuando las vio por primera vez al llegar a la isla Hekura Hegura-jima: mujeres bronceadas y semidesnudas engullidas por el mar. Este italiano refugiado en Kioto durante la II Guerra Mundial que acabó internado en un campo de concentración de Nagoya por su rechazo al fascismo fue, junto a Yoshiyuki Iwase, uno de los fotógrafos que con más poética inmortalizó a las ama.
La suerte cambió para la directora de Ama-San en una aldea muy pequeña llamada Wagu.
 
'Era domingo y las calles estaban vacías. Encontré a un pescador que llamó a un amigo que hablaba inglés y que tenía una amiga que era ama. En pocos minutos apareció una mujer bellísima'. Era Mayumi, una de las protagonistas de la película, cuya generosidad permitió a Cláudia embarcarse a la mañana siguiente junto a otras siete mujeres. 'Al final del viaje les dije que quería hacer una película sobre ellas y me preguntaron que por qué. Les sorprendía que en Portugal las mujeres no buceásemos'.
 
'Lo más sorprendente de las ama es el hecho de que sean mujeres –reflexiona la cineasta sobre esta excepción a una sociedad patriarcal en la que la mujer sirve al hombre–. Son independientes y hacen un trabajo considerado masculino porque implica fuerza física y riesgo'. Pero, ¿por qué ellas y no ellos? Hay quien lo atribuye a la grasa corporal, mayor que la de los hombres y que las protege del frío. Y, también, a los orígenes del oficio: esperando a los hombres que salían a navegar, sus mujeres aguardaban en las playas a que regresasen y mataban el tiempo picando del mar. Pero las ama ya no esperan. Estas mujeres, según Cláudia,'“valientes, que se dedican con vigor y fragilidad al trabajo en el mar y a sus familias', son mujeres fuertes. Como ninjas del mar.    

Las ninjas del mar