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Julio De la Rosa. Remedios caseros.

Enero de 2013 ha sido “su mes”. El polifacético artista jerezano ha publicado su quinto disco en solitario (publicó cuatro con El Hombre Burbuja y uno como Fantasma #3), Pequeños trastornos sin importancia(Ernie Producciones), y su segunda novela, Peaje(Tropo ediciones). El 10 de abril actúa en directo en la Sala El Sol de Madrid.

Has publicado libros de poesía, relatos, novelas; eres fotógrafo y realizador de videoclips, algunos de ellos premiados, pero la música es tu principal vehículo expresivo, ¿no? Lo es. Me resulta el más inmediato. Coges una guitarra y sale algo que podría ser una experiencia estética. La música es esotérica, no se sabe de dónde viene, ni a dónde va. Es una puta vibración que te transporta: es magia.

¿Qué historias te llaman más la atención? Las relaciones personales en las que se confunden la realidad y la ficción de cada uno. Eso de que “cada cual ve lo que quiere” - o puede -, es algo que me intriga mucho. Las realidades parciales. Lo inaccesible de “lo real”, que decía el filósofo aquel.

¿Qué te incitó a contar historias? No lo sé. ¿Por qué se hace lo que se hace? ¿Vanidad o  generosidad? ¿Necesidad de aprobación o de búsqueda interior? Las realidades son demasiado parciales, ya digo: “cada cual con su juicio”. Supongo que me incitó el no llegar a entender demasiadas cosas.

¿Te gusta el prisma del observador del protagonistas de Peaje, José Tudela? Creo que la observación es algo muy interesante y enriquecedor. Si uno quiere tomar decisiones propias, claro. No se puede ser uno mismo con los puntos de vista de los demás. Me planteé hacer un libro de retratos y necesitaba un hilo conductor. Decidí que un trabajador de un peaje podría serlo y, al darle vida en cada página, fue convirtiéndose en alguien. Alguien ajeno a mí, pero a quien estimo, la mayoría de las veces. Otras no. Supongo que quería retratar a un don nadie que sí que es alguien: mucho más alguien que los que son alguien.

¿Qué hay en ese lenguaje interno, en esa intuición y necesidad de ver a los otros? Una necesidad de autodeterminación del protagonista, a la manera de ese cuentecito de autoayuda que esEl Barón Rampante, de Italo Calvino. Aunque desde las antípodas, claro. A partir de ahí, dar un paso más allá: haz caso a tu intuición porque es lo último que te queda para aferrarte a tu cordura. Al confirmar el protagonista sus intuiciones sobre los demás, el lector queda más en paz consigo mismo: el protagonista no está loco, yo tampoco.

En las letras de Pequeños trastornos sin importancia hay mucho de amor, pero sobre todo de desamor. ¿Son reflejo de una sociedad esquizofrénica? Sin duda. Yo quería contar una serie de relaciones trastornadas. En un mundo en el que la política, la economía, la ética… todo, está trastornado, es muy difícil tener relaciones saludables con los demás. Así que quise contar todas esas relaciones pervertidas para, al final, en la última canción, recordar que existen otros modos de hacerlo. Es un disco enfermo de afectividad negativa en el que, en realidad, estoy abogando por la positiva. Pero es un disco lleno de vida, a pesar de lo enfermo, y creo que el poso que deja es ése, o al menos ésa era la intención.  

Texto: Andrés Castaño. Foto de la portada del disco Pequeños trastornos sin importancia.

Julio De la Rosa por partida doble: novela y disco (en directo el 10 de abril en El Sol)