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David Trueba. Las columnas te eligen a ti

Lennon como faro. Almería como escenario. Un profesor que enseña inglés con los éxitos de Los Beatles. Héroes anónimos que cambian un país gris. Vivir es fácil con los ojos cerrados es una historia que David Trueba (1969) encontró en El País, periódico en el que escribe a diario. De cine y periodismo hablamos en el Hotel Emperador.

Comenzaste en prensa con El Mundo en 1997 ¿cómo eliges cada día de qué escribir?Más bien cómo eliminas. Me levanto, veo la tele, leo el periódico, paseo… Trato de estar muy receptivo, de no tener una agenda sino dejar que cada día me invada un poco.

¿Se parece esto a tu forma de hacer cine?Sí, quizá una película tiene una sedimentación más larga y cuenta con más estímulos imperecederos que los del artículo. De pronto, algo que está dentro de ti desde hace años, aparece como la razón de ser en una película. Se trata siempre de hablar de cosas que te interesan, no dejar que los demás te impongan lo que tienes que hacer, lo que se lleva. Y en las columnas pasa un poco lo mismo, notas que los periódicos quieren tener muchos clicks en la web y tú sabes cómo se consiguen pero no quieres hacerlo. Prefiero una estabilidad. Mejor la lluvia persistente que una tormenta desatada y luego nada.

¿Se puede resistir así, sin sucumbir?Es difícil. Yo creo que si lo he conseguido hasta ahora, ha sido gracias a tener varios ámbitos profesionales y ser capaz de dar tiempo a uno mientras estás dedicado a otro. Tener varios oficios me ha protegido.

¿Te resulta más fácil plasmar la realidad a través del cine o de las columnas?Nunca lo había pensado. La cuestión básica es entender que hay una manipulación detrás de cualquier representación. Puedes escribir sobre los Presupuestos Generales del Estado pero te condiciona el momento que vives. Ver, que tal y como están las cosas, se reduce un 35% la partida de Sanidad, hace que te des cuenta de que vivimos en la época del desamparo. Te preguntas si no estamos retrocediendo. En ese sentido, si hubiera una ecuación matemática detrás de Madrid, 1987, entenderíamos el momento actual, ya que entonces la pérdida de ideales era casi una virtud. Sin embargo en los 60, lo contrario era la clave para desembocar en un proceso de democratización, de libertad, de salir de la grisura. Siempre pensando que la clave de la historia no es Franco ni Zapatero, sino la gente, en su casa, en sus oficios.

La primera vez que fuiste al Festival de Cine de San Sebastián ibas como fotógrafo…Me lo pasaba pipa, tenía 17 años y quería hacer cine algún día, pero a la vez disfrutaba de hacer entrevistas y fotos. Cada día hacía lo que hacen los periodistas que todavía tienen ganas, coordinar las horas en que van a ver las películas del día y, entremedia, sacar la entrevista. La rutina del periodista es muy distinta a la de un director, este año he pensado mucho en aquellos años y resulta que el introductor de las conferencias de prensa es el mismo que estaba! “David, ¿te acuerdas de mi?! No has cambiado.”

¿Volver de San Sebastián sin premio pero con la ovación de la crítica y el público ayuda a saber perder?¡Y tanto! El recibimiento es fundamental porque la razón única para ir es obtener una sensaciones al poner la película. En cuanto a los premios, quizá el menos sorprendido fui yo. Nuestra película es transparente, abierta, alegre y en el palmarés eso es muy difícil de premiar aunque les guste, porque siempre intentarán rescatar las películas que consideran que tendrán más dificultades para llegar al público. Yo también lo haría.

Pero choca con el reconocimiento bastante unánime de la crítica… Eso sí me ha llamado la atención porque he tenido esa sensación de que la película gustaba y que consideraban un error dejarla fuera. Creo que ahora vivimos un momento muy interesante en el que el público y la crítica se están separado muchísimo. Hay que intentar recuperar las conexiones, el público no tiene que hacer todo lo que diga la crítica ni al revés, esto es básico, pero es importante que no haya una ruptura total porque si colocas la película en la calle, no puedes limitarte a decir que si la gente no va, es idiota. Cuando hago una película que no tiene los espectadores que yo esperaba, lo siento como lo más cercano al fracaso. En la parte artística uno tiene la satisfacción de sacar la película adelante pero en la comunicación, me planteo como fallo que un señor de Jaén, que estoy seguro de que hubiera disfrutado con la película, no vaya a verla. Es un problema que tenemos que solucionar. Claro, también descubres que donde este señor vive, no hay cine.

No es un señor de Jaén sino de Cartagena el que inspira Vivir es fácil ¿te encontraste la historia de Juan Carrión en el periódico? Sí, ¡mi película nació de un recorte de periódico!

La típica imagen de director que hemos visto en las películas…Eso es (Ríe). Ahora menos pero antes guardaba recortes en una carpeta como de ideas. En uno de los mejores momentos del último documental sobre Woody Allen, el tipo se tumba en su cama y saca del cajón de la mesilla un sobre lleno de recortes, no de prensa sino de notitas, según él, con historias… Yo eso nunca lo he hecho pero sí voy guardando recortes relacionados con las historias que preparo. Encontré la anécdota de Juan Carrión, pensé que era una bonita historia para una película, la recorté y la guardé.

¿Y cómo la uniste con la matrícula y los recuerdos familiares? Por azar. En realidad, el origen es Madrid, 1987, me pareció bonito hacer tres historias que retroceden varias décadas. Y contar, desde momentos sin ninguna relevancia histórica, 50 años del siglo XX español. Me imagino que Galdós, cuando escribió los Episodios Nacionales, pensó lo contrario: meter a personajes anónimos en momentos relevantes. Yo meto a personajes de alguna relevancia en anécdotas insignificantes y pretendo hacer un mundo con ellas. Un día, ví la matrícula ALM 19-66, me acordé del profesor de inglés y de la historia de cuando mi hermano se fue de casa. Así empezó.

El bueno, el feo y el malo, Lawrence de Arabia, 2001: Una odisea en el espacio¿impone rodar en Almería, meca del cine en los 60?Un poco. Recuerdo un día que hacía mucho viento y yo me quejaba y preguntaba a la gente cómo aguantaban los americanos. Me trajeron una foto de Sergio Leone parapetado en una especie de tienda de campaña muy parecida a la mía. Y sientes eso de que estás en uno de los territorios del cine. También me pasa cuando entro en un plató o una sala histórica o con Pablo del Amo, ¡sus manos montaron La caza! Pero al final el día a día, las exigencias laborales, dejan poco margen para la poesía.

¿Qué rodaje te hubiese gustado vivir?¿De Almería? Muchos… Ese mundo del spaghetti western me hace gracia por esa impostación de los italianos inventando América… Somos muy amigos de Eli Wallach (El bueno, el feo y el malo) y no me hubiera importado conocerle en esa época gloriosa. También me acuerdo de cuando vino a rodar Spielberg Indiana Jones… pero en el fondo no soy muy mitómano, me interesan más algunos personajes que no producen mitomanía. Y más que tener la máquina de escribir de Woody Allen, me gustaría charlar con algunos durante un rato.

Participarás en la serie Cineastas Contados que quiere reivindicar a las generaciones anteriores del cine español, ¿elegirías hablar con Mariano Ozores?¡Es que ya le entrevisté! La gente tiende a juzgar a la persona por su obra y a mi me gusta valorar el proceso. En España falta reflexionar sobre gente que hizo películas en un tiempo muy difícil y, a pesar de eso, consiguió montar toda una factoría.

También fui fan de Emilio Ruiz, que hacía trucos visuales y había trabajado con Dino de Laurentiis. Coincidimos en La Buena Vida (1996) y quise que participara en todas mis películas. Lo cumplimos hasta que murió. Creo que la desconexión que hay en España con su cine tiene que ver con que no se valora lo que hay de oficio, y solo nos fijamos en las personalidades, en si te cae bien o mal Almodóvar, Berlanga u Ozores. Y no va por ahí.

¿Por qué elegiste dedicar recientemente una columna a Juan Antonio Bayona?Las columnas te eligen a ti. La valoración mediática se centraba en si había saludado o no al ministro. Y lo importante era el discurso, lo que dijo del amor al cine, del esfuerzo de sus padres para que él fuera alguien. A mi lo del ministro me resulta un gesto sin interés. Si le quieres sacar punta a la cara en un momento en el que están hundiendo el cine español, retirándole la protección, cerrándose las salas sin que a nadie le importe un carajo y con un paro brutal, es normal que la gente de la profesión no quiera ni saludar pero eso no me parece lo más importante. Bayona hablaba del esfuerzo y del amor hacia el conocimiento por parte de la generación de sus padres, que no habían tenido acceso a la cultura pero aspiraban a ella. Luego ha llegado gente con cultura que no aspiraba a eso, sino a forrarse.

Texto: Rocío GFB · foto: Adolfo Crespo (Rodaje de Vivir es fácil...)

¡¡David Trueba, el sorpresón de los Goya!! No te pierdas aquí la entrevista que le hicimos