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ANDREA MOTIS 
Ese raro instrumento 
 
Por Rocío Gómez FB. Ilustración: Nuria Cuesta 
 
No es común encontrar mujeres instrumentistas en el jazz. Andrea Motis toca la trompeta y canta. Tiene veinte años. Desde los diez forma parte de la Sant Andreu Jazz Band, la big band más joven de Europa. El director de esta banda, Joan Chamorro, le propuso encabezar un quinteto con el que lleva seis años girando. Pronto actuarán en EEUU, como teloneros de Buena Vista Social Club. Ha visto Whiplash pero no le encuentra parecido con su mundo del jazz
 
¿Por qué la trompeta? Yo pedí violín o piano pero solo quedaban plazas para fagot, tuba o trompeta y mi padre eligió la trompeta porque tenía una que tocaba de joven. A mi me parecía un instrumento de payasos, raro, había que soplar, pero me despertó la curiosidad y, desde la primera clase, tuve ganas de que aquello sonase como sonaba con el profesor. 
 
¿No resulta difícil alternar trompeta y cantar en un mismo tema? Nunca lo he pensado. Es como hablar y escribir, cosas distintas. No me supone un gran esfuerzo. 
 
¿Cómo estudias ambos? Tocar la trompeta me ha enseñado a cantar. Hay gente que me dice que mi manera de cantar le recuerda a mi modo de tocar. También intento imitar las cosas que me gustan, por ejemplo si escucho a Sara Vaughan, voy probando para ver si me sale. Ahora he empezado estudiar técnica clásica pero, siempre he aprendido así. 
 
Recomiéndanos a cantantes… Cécile McLorin Salvant: la descubrí en un concierto y lloré de la emoción. Eso debía sentir la gente cuando escuchaba a Sara Vaughan o Ella Fitzgerald. Algo más swinging: Cyrill Aimée. Es francesa, tiene mucho rollo y va con músicos muy buenos. También Live at Smalls. Fuera del jazz y de aquí, sigo a Nuria Graham. 
 
¿Y trompetistas? Hay muchos jóvenes como Óscar Latorre, Mathew Simon o David Pastor. Y escucho mucho a Avishai Cohen, Tom Harrell y Joe Magnarelli. 
 
Estás rodeada de hombre mayores que tú ¿cómo te desenvuelves? Con Joan empezamos como profesor y alumna pero siempre me ha dejado decidir. Creo que la edad ya no cuenta. Antes sí porque yo empezaba de cero y ellos eran músicos extraordinarios. Pensaba que nunca iba estar a la altura, pero en seis años hemos evolucionado.  
 
¿Cómo fue tocar con el músico y productor Quincy Jones? Sabía que era el manager de Michael Jackson. Todo el mundo me decía que no sabía lo que tenía por delante pero lo que más me impresionó fue cantar La chica de Ipanema con Esperanza Spalding. 
 
¿Cómo te imaginas la gira en Estados Unidos? Vamos como teloneros a un macroconcierto de Buena Vista Social Club que peta todos los locales, y claro, es muy distinto a lo que uno se imagina: comenzar en un club pequeño. 
 
¿Te pones nerviosa? En las audiciones de escuela sí, pero ahora ya no. Todos compartimos la carga y nos entendemos bien, hacemos bromas, improvisamos. 
 
¿Improvisar os ayuda a alcanzar esa complicidad? Bastante. La improvisación deja que la música transpire y nos da libertad. Si un día me apetece cambio el solo y los músicos van cambiando el rollo conmigo, es como poner a prueba todo. Es básico en el jazz. 
 
¿Qué es para ti improvisar? Es como abrir un espacio para ti. No es hacer cualquier cosa que se me pase por la cabeza: tiene que tener un estilo, un lenguaje, un criterio y para eso hace falta haber transcrito mucha música porque, si no entiendes el lenguaje, no puedes hacer nada. 
 
¿Cómo ha sido tu experiencia con la Sant Andreu Jazz Band? Es una big band pedagógica para jóvenes de 7 a 20 años. Pensaba que cuando fuese mayor me aburriría y, sin embargo, ahora me lo paso mejor. Cada vez hay más nivel y vienen muy motivados. 
 
Alguna anécdota... Un día una chica se puso de parto. Fuimos los padrinos musicales del niño. 
 
Están grabando documental sobre vosotros... Sí, el hilo es el día a día de mi vida y la de Joan. Empezaron a rodar en una gira en Japón. Y terminará en la grabación de nuestro siguiente disco, que será en marzo en Nueva York.  

Andrea Motis. Ese raro instrumento