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Cómo ser un gilipollas en tiempos de Netflix
 
Texto: Rebeca Queimaliños Foto: Rosa Ponce
 
La autocrítica violenta aporta credibilidad salvaje. Destruir en primera persona siempre tuvo más consistencia que la opinión anárquica. Y eso hace Sergio Sarria en su libro 'El hombre que odiaba a Paulo Coelho'. El coordinador de guión de El Intermedio lleva a sus últimas consecuencias el clásico 'find what you love and let it kill you' y destroza -desde la ternura- a toda una generación de modernos inadaptados más preocupada por sincronizar los subtítulos de The Wire que debatir sobre el Estado de la Nación. Es puro cianuro contra la pedantería y el postmodernismo de conglomerado. Sobredosis de ironía no apta para modernos obsesivos
 
¿Pura autobiografía?
No es 100% autobiográfico pero la ficción es mínima. Está escrito en primera persona porque desde ahí puedo criticar sin problema, puedo ser más destructivo sin cargo de conciencia. 
 
¿Qué fue antes… el título del libro o las páginas interiores?
El libro. El título fue idea de la editorial y tiene que ver con un capítulo *SPOILER* en el que, en un viaje al pasado, se intenta convencer a los padres de Paulo Coelho de que no copulen y no den a luz a la criatura.
 
¿Qué pasa con Paulo Coelho?
Me molesta esa defensa sin base científica de la resignación cristiana. Esa idea de que el universo conspira para que seas feliz y toda esa filosofía de saldo. El problema es que la mayoría de la gente que se acerca a Coelho lo hace sin ningún tipo de defensa, leen sus libros como si fuesen una verdad universal y es peligroso. Creo que los gurús del buen karma son mucho más destructivos que los cínicos. 
 
Es imposible parar de leerte. No le das respiro al espectador…
Trabajo en la televisión desde hace diez años y el objetivo es que la persona que está al otro lado de la tv no cambie de canal, así que he utilizado la misma fórmula en el libro: frases cortas, directas, sin subordinadas, en presente… Cada frase tiene que invitar a la gente a que se quede contigo. 
 
¿Eres tan 'hater' como el protagonistas?
Absolutamente no. Y tampoco soy tan idiota. De hecho, en el fondo todos somos muchísimo más tiernos de lo que aparentamos. Nos revolcamos en el ‘no’ y en el odio sistemático a todo para buscar la aceptación pero al final nos convertimos en un cliché en si mismo. A mi, por ejemplo, me encanta Julieta Venegas, pero he tardado mucho tiempo en reconocerlo abiertamente porque sabía que era una provocación. 
 
¿Somos una generación de idiotas inadaptados?
Hubo un momento en el que yo estaba en dos burbujas: Malasaña y el círculo de la televisión y me di cuenta de que me estaba desconectando del mundo real. Me dedico a escribir guiones sobre actualidad, así que algo no estaba funcionando… Dejé mi piso en el centro de Madrid y me fui a San Agustín de Guadalix para coger cierta perspectiva. 
 
¿Objetivo conseguido?
Sí. Eso y volver a Málaga. Cada vez que vuelvo al sur, la realidad me da una hostia fina en forma de 'problemas reales' de gente cercana y me ayuda a relativizar enfados absurdos tipo 'el cuarto capítulo de Black Mirror de la tercera temporada es una tomadura de pelo' o cosas así. 

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