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Ignacio Dean
Rebelde sin casa  
 
 
Ha gastado Ignacio Dean (Málaga, 1980) doce pares de zapatillas para acercarse al mito literario de su infancia y caminar por las páginas de una novela de Jack London. El 20 de marzo de 2013, el explorador malagueño partió del Km 0 de la Puerta de Sol con la disparatada idea de alcanzar la línea del horizonte.   
 
Tres años, 33.000 kilómetros, 31 países y cuatro continentes después ha cumplido su sueño: ser el primer español en dar la vuelta al mundo a pie. Lo cuenta en Libre y salvaje (Zenith), un fascinante y conmovedor diario de viaje en el que nos advierte sobre la degradación del planeta.  
 
¿Qué hizo prender la chispa de este viaje? No hubo experiencia traumática ni cruce de cables, más bien al contrario: me llevó un año entero madurar la idea y decidirme a dar el primer paso. Siempre me han fascinado los deportes, y especialmente el montañismo, pero hacía tiempo que el cuerpo me pedía una aventura a lo grande. Antes de eso, había estudiado Publicidad y Relaciones Públicas y cursé también un grado de técnico de medio ambiente. Soy hijo de marino y he vivido en más de 20 ciudades diferentes, por lo que el espíritu viajero me viene de serie.  
 
¿Cómo se prepara uno para semejante aventura? Aunque llevo toda la vida practicando deporte, las propias circunstancias del viaje te enseñan a convivir con la soledad y a estar lejos de tu gente y tu cultura. En lo que respecta al aspecto económico, comencé con 3.000 euros y gracias a las ayudas de la gente que iba encontrando en el camino pude llegar a meta. En total gasté unos 25.000 euros. 
 
Se te ha comparado con Christopher McCandless, el senderista-filósofo que inspiró Into the Wild. ¿Quiénes han sido tus exploradores de referencia? Me gustan mucho las novelas de Jack London: El hijo del lobo, El vagabundo de las estrellas, Martin Eden, Colmillo blanco, La llamada de la selva… En cuanto a exploradores actuales que me han servido de inspiración, citaría a Mike Horn y Kilian Jornet. Luego la gente te saca todo tipo de parecidos, aunque sinceramente yo no me reconozco en Forrest Gump [risas]. 
 
Dices en tu libro que lo mejor del viaje fue el contacto con la gente. ¿Y lo peor? La soledad, el clima, el hambre, las penurias económicas… todo eso es llevadero. Le peor es cuando rebasas cierta línea y pones tu vida en juego sin pretenderlo. Me asaltaron en el barrio del Callo de Lima, la Mara Salvatrucha salvadoreña a punto estuvo de atacarme con machetes, me libré de un atentado en Bangladesh, unos dingos [perros salvajes] rodearon por la noche mi tienda de campaña en Australia, en México contraje la fiebre chikungunya… 
 
¿Por qué te saltaste África? No quería seguir tentando la suerte. Mi objetivo era dar la vuelta al mundo. Pasaré por África en mi próxima aventura. 
 
¿Cómo fue el reencuentro con tu familia? No pudieron esperar a que regresara al Km 0 y nos encontramos en el último tramo del viaje, a la altura de Plasencia. Cuando abracé a mis padres y a mi hermana tuve una extraña sensación: como si en lugar de haber pasado 3 años sin verlos sólo hubieran transcurrido tres días.  
 
¿Cómo se compensan tres años en 300 páginas? El ejercicio de síntesis ha sido brutal. Sólo la India o Australia dan para un libro entero. Me alquilé un hórreo cerca de Pola de Siero y me dediqué varios meses a la escritura de mi relato. Creo que eso fue lo más complicado: recordar todas aquellas experiencias mientras permanecía sentado 8 horas al día delante del ordenador. Hubo cosas muy difíciles de describir: las noches estrellas del Desierto de Atacama, la selva nocturna de Ecuador iluminada por millones de luciérnagas, la Australia aborigen, la belleza inconmensurable del Cáucaso… 
 
Y aquel rinoceronte despistado. ¿Llegó a temer por su vida? En realidad no. Me encontraba en las junglas de Nepal cuando, de pronto, apareció una sombra del tamaño de un tanque. Yo sabía que los rinocerontes ven muy mal pero que tienen un extraordinario olfato. Así que me quedé quieto. El tiempo se dilató y pude sentir el estado del animal. Me dio la sensación de que se había perdido y que buscaba el camino de vuelta a casa. Al poco, se sumergió en las aguas del río Rapti, plagado de cocodrilos, y no volví a verlo.   
 
'CAMINARTE' PARA PRINCIPIANTES. Comenzó a hacerlo en los años 70 y desde entonces no ha cesado de realizarlas. El artista caminante Hamish Fulton ha llevado a cabo en abril en España dos nuevas caminatas grupales que están planteadas como obras artísticas y que acercan al público a las claves de su trabajo: emplazamiento, contexto, ritmo, velocidad, distancia y duración. 
Organizadas junto a la Fundación Cerezales Antonino y Cinia de León (FCAYC), su nueva sala de exposiciones acogerá la muestra Walking on and off the Path con piezas producidas por la Fundación y fruto de una ruta a pie del artista por Picos de Europa (hasta el 23 de julio de 2017). 

El auténtico 'Rebelde sin casa'