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Víctor Clavijo
en la ciudad
 
Por Paloma F. Fidalgo · Fotos: César Lucas Abreu
 
Mientras conquistaba al espectador como Lope de Vega en El Ministerio del Tiempo, hacía doblete con las giras teatrales de El Jurado y Trainspotting. Víctor Clavijo, algecireño, lleva veinte años en Madrid, 'y a veces me cuesta seguirle el ritmo'. Recorremos con él, subidos a una Yamaha D’elight 2017, algunos de sus rincones favoritos. Víctor Clavijo monta una Yamaha D'elight y lleva casco Carrera ID Active
 
¿Has rodado alguna película conduciendo una moto? Sí, El regalo de Silvia, por la que me nominaron al Goya 2003. Era como las de la Guardia Civil, pero hacía de delincuente...
 
Uno de los tópicos del motero es que es un poco 'malote'. A ti te suelen dar papeles de malo. ¿Tienen más textura? Me gustan los personajes con claroscuros. Los malos que me gustan son aquellos que pueden tener un punto patético, vulnerable, que pueden resultar humanos y el público puede entenderlos. Me gustan porque constituyen un reto, tienen matices. Los malos de una sola pieza no me gustan. En cuanto a los buenos que me dan, son gente muy sufriente, que también está bien, es un buen lugar que trabajar. Por ejemplo, el Francisco de Borja que hice en la serie Carlos, Rey Emperador.
 
Ese es uno de los varios papeles clásicos que has interpretado últimamente. También a Lope de Vega. ¿Es fácil empatizar con ellos? Los actores somos intérpretes, y cuando la partitura es buena, cuando el guion es bueno y el personaje está bien creado, aunque sea histórico, no cuesta trabajo. Entiendes lo que quiere el director, y te pones al servicio de ello, incluso aportando tus propios matices. Si no tienes un buen guion, no tienes guía, estás más limitado. Y con Lope, no solo tuve la suerte de que el guion estaba clarísimo, era una gran partitura en cuanto a ritmo, matices, humor, sutileza. También tuve la suerte de que, en una lectura de guion, Aura Garrido dijo: 'este tío es un fucker'. Y esa palabra me abrió un camino muy interesante, fue una clave para trabajar el papel desde un lugar muy divertido. 
 
 
Dicen que las series están viviendo una era de oro. ¿También en España, con ejemplos como El Ministerio del Tiempo? Es un muy buen momento para las series en España en muchos sentidos: hay mucha oferta y muchos canales de distribución. Pero creo que cuanta más libertad creativa tenga el guionista o el showrunner de la serie, mejor resultado tendrá, y en España todavía nos falta soltarnos algo, atrevernos más. Estamos muy condicionados por la duración de los capítulos, en otros países suelen durar unos cincuenta minutos, y aquí los hacemos de una hora y media, para ajustarnos a la publicidad, y en horario prime time, y a veces se estiran tramas de manera absurda. También estamos demasiado pendientes de la complacencia, de agradar a todos los públicos. 
 
Antes se decía que todo el cine español era sobre la Guerra Civil, y ahora parece que todo es thriller. No, en realidad hay mucha variedad, lo que ocurre es que la mayor parte del público no tiene acceso o no le llega información sobre todas las películas que se producen. La mayor parte de lo que ingresa la taquilla del cine español corresponde a una docena, o menos, de títulos, los más visibles, normalmente porque tienen una cadena de televisión detrás que no solo puede invertir en producción y distribución, sino también en lo que es igual de importante: la comunicación. 
 
En tu generación, ¿sigue ocurriendo eso de que los actores que hacen televisión son infravalorados en el cine? Afortunadamente, creo que eso ya no pasa. Sí hubo una época en la que aún se hacían distinciones entre 'actores de televisión' y 'actores de cine', pero esas fronteras creo que ya han desaparecido. La televisión de hoy tiene una calidad excepcional en comparación a la que se hacía hace más de una década, y muchos productores y directores de cine aprovechan el tirón de esos actores de televisión para sumar espectadores a sus películas. La televisión, además de una gran cantera de actores, es un lugar de entrenamiento maravilloso para un actor: aporta, sobre todo, capacidad de resolución, y para cierto tipo de películas, contar con actores curtidos ante las cámaras y con esa capacidad resolutiva es garantía de eficacia. 
 
 
La pregunta del millón: teatro, cine, televisión… ¿con qué te quedas? Con la historia. El medio no es el mensaje. El medio requiere una adaptación, pero lo interesante es la historia y el diseño del personaje. Yo creo que me adapto con relativa facilidad a esos tres medios que mencionas, aunque por supuesto la emoción del directo del teatro no te lo dan el cine o la televisión, aunque, sin embargo, el cine y la televisión te permiten involucrarte en otro tipo de historias, afinar, abordar más desde el subtexto, desde el silencio… El teatro es la palabra y un plano general todo el rato, y te ofrece un nivel de energía y contacto con el público que no te da el audiovisual. El cine te permite matizar a otro nivel.
 
En escena, has trabajado con grandes directores como Andrés Lima, Eduardo Vasco o Tomaz Pandur. Sí, en Fausto, de Pandur, era Mefisto. Fue un salto al vacío porque me tocó hacer el personaje a dos semanas del estreno. Yo estaba en la función con un papel mucho más pequeño, y estaba previsto que a Mefisto lo interpretase otro actor que a última hora no pudo. Entonces Pandur me preguntó si me atrevía, y no pude decir que no, fue un regalazo. Pero claro, era un texto complicado, tenía que tocar el piano en directo… Fue la última función de Pandur en España.
 
Defiendes ese Estatuto del Artista que ha entrado ya en el Congreso. ¿Por qué es importante que exista? Quiere reconocer el carácter de intermitencia de los artistas, incluidos, claro, los actores. Es una característica intrínseca a nuestro trabajo, y eso debe tener su reflejo en nuestras condiciones fiscales, laborales y de protección social. En cuanto a las primeras, se plantea, por ejemplo, hacer declaraciones trianuales o pagar según los ingresos, porque unos años cobrarás más y otros menos, y así se ayudaría al ahorro. Además, las artistas, si se quedan embarazadas no tienen baja por maternidad.  También afecta a la representación sindical. En Francia tienen un estatuto así en vigor desde los años 20 del siglo pasado. 
 
En ruta por madrid con Víctor Clavijo
 
'La fotografía es una de mis grandes pasiones. He expuesto tres veces, aunque ha sido porque me lo han propuesto, por ejemplo, en el Festival de Cine de Cabra. Suelo llevar una Leica encima, me gusta más hacer fotos analógicas, por la textura de las imágenes, porque estás pintando en plata, porque me resulta emocionante no ver la foto al instante y porque me recuerda a los fotógrafos que admiro. A Madrid me ha costado pillarle el punto fotogénico, romántico. Es una ciudad que te permite pasear, pero en pocos sitios puedes bajar el ritmo. Creo que la Plaza de Oriente me gusta por eso, porque es menos frenética, y además aquí estaba mi escuela de Arte Dramático y me conecta con mi llegada a Madrid. También me gusta la zona del Templo de Debod.
 
Exposiciones Voy mucho a la Fundación Mapfre: cuando hay algo que me interese, claro. Me encantó la de Bruce Davidson. Lo que más me atrae es el retrato. También a la Fundación Telefónica, CaixaForum o a la sala de exposiciones de Tabacalera. 
 
En teatro…  Cuando llegué a Madrid, me bebía todas las actividades culturales. Ahora tengo menos tiempo libre, y lo que más hago es ir al teatro. Suelo seguir a directores que me interesan o compañeros actores. Me encanta cómo programa el Teatro del Barrio y me encanta Matadero por lo que tiene de lugar donde se concentran las artes, con espacio para exposiciones, conciertos… Me gusta por su ambiente de factoría y laboratorio de creación. Todavía no he ido a su Centro Internacional de Artes Vivas.
 
Para tomar algo Me gusta mucho el Casa Pueblo, uno de los primeros sitios que conocí al llegar a Madrid. Es centenario, y tiene mucho encanto porque conserva el sabor del siglo pasado, y en general, me gustan esos lugares con huella, con ambiente de tertulia, aunque por desgracia cada vez hay menos. El Café de los Austrias es otro ejemplo.
 
Sus cines Me gustan los Ideal, porque me pillan cerca de casa y porque tienen versión original (reabren en otoño tras su reforma).

La ciudad de Víctor Clavijo