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La última ola
Kepa Acero
 
Google Earth era su GPS. Buceaba a través de fotografía satelital en busca de olas vírgenes. Estudiaba rompientes, marejadas, dirección del viento, profundidades del agua, apuntaba las coordenadas y se iba. Kepa Acero (Algorta, 1980) era surfista profesional. Hasta que un día, inspirado por los exploradores estadounidenses de la década de los setenta, decidió abandonar la competición y surfear 'fuera de pista’. Entre la frustración de viajar sin libertad de movimiento y la libertad, escogió la B. 
 
Pero el pasado 2 de enero casi pierde la vida en 'casa'. Surfeaba en la bahía de Mundaka y se cayó de la tabla a 40 kilómetros por hora. Golpeó la cabeza contra el suelo y su médula espinal se salvó por escasos tres milímetros. 'Es irónico que, después años cabalgando playas vírgenes y desconocidas, sufra un accidente en el País Vasco. Pero, precisamente, ese pudo ser el motivo: me relajé demasiado porque conocía la playa con los ojos cerrados'. 
 
Kepa Acero se cayó de cabeza y el impacto fue salvaje. Recuperó la consciencia durante unos segundos y creyó que era imposible sobrevivir. Las piernas y sus brazos no respondían, perdió la visión y pensó que ese fundido a negro era infinito. Sin embargo, despertó en el Hospital Universitario de Cruces (Barakaldo) con tres vértebras rotas y una cervical desplazada. 
 
El médico le dijo que había sido un milagro que tuviese sensibilidad y él colocó una fotografía enorme de Mundaka en su habitación para que la pared le recordase donde estaba y, la imagen, donde le gustaría estar. 'Fijaba la mirada en esa fotografía para recordar lo que soy. Pese al accidente, quiero volver a estar dentro de ese tubo'. Ese mar es su oxígeno. Sesenta días después del accidente regresó al agua. Primero en un lateral. Después sobre la espuma. Días después sobre olas inofensivas. Y en agosto, a Indonesia.
 
No tiene nada que ver con la inconsciencia, si no con respirar. 'Creo que no sé ser sin el mar'. Kepa no es muy de reivindicar ni de colocarse centrado en la foto. En un momento de su vida decidió abandonar el circuito profesional y, su idea era tan outsider, que los patrocinadores dejaron de serlo. Después regresaron. Precisamente por eso, porque su proyecto era tan real que querían estar ahí. Pero esa es otra historia. Lo importante es que Kepa, pese a viajar sin rumbo, nunca ha perdido el norte
 
'Los meses de hospital sentí una sensación de agradecimiento que me gustaría no olvidar nunca. Nunca he restado importancia a la gente que me rodea pese a pasar mucho tiempo fuera de casa, pero este episodio sólo ha hecho reforzar mi gratitud a la gente que tengo cerca y a las cosas que me rodean'. Entre esas cosas está Mundaka. Es su bahía favorita. Porque las olas, aunque peligrosas, son tubulares. Es un arma de doble filo: belleza contra riesgo. 'Para que una ola te envuelva tiene que haber marea baja y eso multiplica el peligro. ¿Volverías a coger esa ola? No esa, pero sí todas las que vengan

La última ola de Kepa Acero