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  • Conocemos a Laura Martínez

Laura es licenciada en Bellas Artes por la Real Academia de Bellas artes de Bruselas (2000) y por la Universidad Complutense de Madrid (2003). Especializada en pintura. Su trabajo artístico se mueve en los mismos márgenes que lo hace la vida. Le gusta explorar los espacios concomitantes.

¿Cómo definirías tu estilo en tres palabras? Ecléctico, intimista, contemporáneo.

¿Qué haces para mejorar como artista? Soy constante. Investigo y reflexiono sobre temas que me interesan, pruebo  y profundizo en diferentes técnicas según las necesidades de la obra. Observo cómo trabajan otros artistas. Compartir taller con más profesionales puede ser muy enriquecedor en este sentido. Suelo hacer balance cada cierto tiempo sobre lo realizado. 

Me mantengo consciente de los procesos que me llevan a realizar una determinada obra y de cómo ésta evoluciona (cuando pinto un cuadro, por ejemplo, no sólo estoy pintado; dejo que emerjan conocimientos, intuiciones, creencias…y lo observo). A la larga gano claridad respecto a cómo y qué trabajo. 

A veces mejorar como artista implica evolucionar como persona y hacer frente a posibles inseguridades o desarrollar habilidades más allá de las propiamente relacionadas con la creación artística. 

¿Tienes alguna rutina de trabajo? Complemento la actividad artística con la docencia. Voy al taller por las mañanas y algunas tardes. Aunque soy flexible, porque además de hacer obra, hay que llevar a cabo tareas administrativas, de gestión, de diseño, comunicación… A veces prefiero trabajar desde casa o salir a caminar porque esto me ayuda a hilar ideas.

A parte de eso, no siempre tengo un límite claro entre el tiempo de ocio y el del trabajo. 

¿Qué querías ser de pequeña? Bailarina, me veía saltando encima de un escenario.

¿Qué te empujó a ser artista? Fue una convicción. Hice el bachillerato de ciencias, sin embargo tuve claro que quería estudiar Bellas Artes, no le di demasiadas vueltas. No me plantee “quiero ser artista”, sino más bien “quiero hacer esto”. Puede ser que detrás de esta decisión hubiera una necesidad de expresión y también de expansión. Imagino la realidad como algo más amplio y flexible de lo que aparentemente somos capaces de percibir y asimilar. La pintura me pareció una herramienta lúdica y holística para explorar esto, y un canal a través del cual expresarlo, sin liarse demasiado en las palabras.

¿Cuál fue el primer trabajo profesional que creaste y cómo lo ves ahora? Se trataba de un proyecto que comisariaba desde México un antiguo compañero de la facultad, Carlos Limas, y para él que había conseguido una subvención. Participamos varios artistas que en ese momento estábamos viviendo en diferentes países. Yo acababa de mudarme a España. La iniciativa giraba en torno al concepto de “casa”. Reflexioné sobre la diferencia entre casa y hogar, lo que implica volver al lugar del que te fuiste o llegar a un lugar que desconoces, también sobre el cuerpo. Realicé una pequeña instalación en la que me autorretraté  y envié las fotos.  Recuerdo el proceso de realización de aquel trabajo con mucho cariño. Creo que de alguna manera sigue habiendo un hilo conductor con lo que hago hoy en día.

¿Qué es lo más difícil de empezar? En mi experiencia lo difícil es mantenerse. Se suele empezar con mucha ilusión, después puede convertirse en una carrera de fondo. Dice David Bohm que el arte, la religión y la ciencia se parecen en cuanto a que las tres parten de un acto de fe. 

En el caso del arte, comprender el contexto laboral y aprender a moverse en él puede resultar complejo. 

¿Es posible vivir de ser artista? ¿Y ser mujer artista? ¿Qué cosas han sido fáciles? ¿Cuáles han sido difíciles? Es posible vivir del arte. Conozco a personas que viven exclusivamente de la venta de sus obras. Aunque lo más habitual es complementarlo con otras fuentes de ingresos.

Creo que al igual que en otras disciplinas (como la medicina, la biología, el urbanismo…) se había tomado como norma la medida o “la mirada masculina”. Sin embargo, siempre ha habido buenas artistas, algunas reconocidas y otras muchas no.

Ahora existen diferentes plataformas orientadas a visibilizar el trabajo de las mujeres que trabajamos dentro del campo de las artes visuales (El club de las mujeres  (in)visibles, MMM, MAV… se siguen creando nuevas) y eso es de agradecer. Por otro lado, se están rescatando del olvido obras y vidas de mujeres creadoras de siglos pasados que ni siquiera se mencionaban en los libros de Historia del Arte. Las instituciones también se van haciendo eco. Vamos a ver como evoluciona el panorama cultural.

Lo fácil es dedicarme a algo que tiene sentido según mis intereses y valores. Eso aporta una sensación de coherencia que no he tenido en otros trabajos.

El momento de hacer obra o de mostrarla suele ser gratificante. Compartir ideas y proyectos con compañeros también. 

Lo difícil es sortear los momentos de inestabilidad e incertidumbre. La mayor parte del tiempo se trabaja sin garantías de lo que vaya a suceder después. 

¿Cuál es la lección más importante que has aprendido como artista? He aprendido a pasar por alto las voces y consejos que solo aportan ruido y restan energía, ya sean propias o ajenas. 

¿Y qué consejo le darías a alguien que está empezando? Que se rodee de gente que valore y respete la profesión y de profesionales de los que pueda aprender. 

Cuéntanos un poco más sobre un trabajo tuyo del que estés especialmente orgullosa. Estoy bastante contenta con la serie de pinturas figurativas en la que estoy trabajando actualmente. Llevo tiempo con ella porque la voy alternando con otros trabajos. Son cuadros de aproximadamente metro y medio en los que mezclo varios materiales: acrílico, óleo, tejidos e impresiones digitales principalmente. 

Me resulta gratificante porque tiene varias capas de interpretación. Después de acabado un cuadro, sigo encontrando nuevas lecturas. Ahora descubro que son obras que hablan de disociación y ambigüedad. De fondo hay una reflexión en la que pongo en relación cuerpo y sociedad. Por un lado, el cuerpo registra aprendizajes que no siempre elaboramos cognitivamente pero sí condicionan nuestras decisiones y comportamientos. Por otro, vivimos en una sociedad en la que la experiencia se ve cada vez más mediada por una serie de aparatos que modifican nuestra relación con el espacio, con el tiempo y que multiplican las opciones. 

¿Qué es lo que hace bueno un trabajo artístico? Para mí un buen trabajo artístico es aquel que produce un impacto en el espectador, que de alguna manera moviliza, abre un espacio de cuestionamiento, estimula.

¿Has tenido alguna obsesión como artista? Mantener la autonomía del proceso creativo.

¿Cuáles son tus influencias o puntos de inspiración? Bebo de la antropología y de la psicología. La danza también es un referente importante en mi trabajo. Autores como Paul Virilio, David Le Breton, Georg Simmel, Paula Sibilia… o artistas visuales como Louise Bourgeois, kathe kollwitz, Juan Muñoz…

¿A qué artista admiras? En este momento me resulta muy interesante la obra y trayectoria de Sophie Jodoin, una artista canadiense.

¿En qué estás trabajando ahora? Estoy trabajando principalmente en dos series. Una se titula “La madre que me parió”, son dibujos de pequeño formato. Se trata de una serie de retratos femeninos velados; retratos que desaparecen o que están tapados. En su conjunto forman una cronología. Son predominantemente blancos porque como dice David Le Breton, el blanco “es a la vez el más significativo símbolo de las cosas espirituales, y, sin embargo es factor intensificador en las cosas que más horrorizan a la humanidad”. Me interesa esta ambivalencia. En estos dibujos trato la relación materno-filial y la deconstrucción de la persona como un proceso generacional. Betty Friedan, en su libro "La mística de la feminidad”, se refiere a ello como “el malestar que no tiene nombre”. 

La otra serie sobre la cual estoy trabajando se titula “Autómatas”, es la serie de pinturas que he mencionado anteriormente. Están inspirados en imágenes de danza porque creo que es el lenguaje del cuerpo por excelencia.

Son personajes desprovistos de un espacio arquitectónico o paisajístico que los acompañe. Tienen expresiones anonadadas o de extrañamiento. Las manos aparecen como un elemento simbólico importante, en este caso desfiguradas. Las manos representan nuestra relación con lo analógico, con el tacto, con lo biológico. Es kinestesia distorsionada. Aludo con ello a la sustitución de esta fuente de información y de experiencia, por la prótesis digital (móviles, tablets, etc). 

¿Qué plataforma para mostrar tu portfolio tienes más al día? ¿Dónde podemos seguirte la pista? Instagram: @laura.martinez.h  y mi Web lauramartinezh.com.

Y para terminar, recomiéndanos la cultura que te gusta. Una exposición que me gustó mucho fue la de la fotógrafa Francesca Woodman que tuvo lugar en la Fundación Canal, en Madrid. Entre las exposiciones actuales que me parecen interesantes está la del videoartista Bill Viola en Espacio Fundación Telefónica de Madrid y Herbarios Imaginados. Entre El Arte Y La Ciencia en el Museo del Traje.

De lecturas, un libro cortito puede ser Sociedad del cansancio de Byung-Chul. También recomiendo La mística de la feminidad de Betty Friedan.

Y el documental Mr. Gaga del coreógrafo Ohad Naharin.

ARTE: Conocemos a Laura Martínez