Se siente uno un poco fisgón abriendo un cajón prohibido cuando lee la correspondencia amorosa de Fernando Pessoa a su amada Ophélia Queiroz. Esa misma pasión la han puesto sus editores en este cuidado libro. La de Pessoa fue una pasión platónica por correspondencia que, en dos etapas, a largo de 1920 y casi diez años después, mantuvo con Ophélia, y en las que intervenía y se interponía uno de sus heterónimos más cercanos, el de Álvaro de Campos. Precisamente lo que mejor resume esta curiosa joya, además del certero Prólogo de Antonio Tabucchi, es el poema que de Campos firma en torno al ridículo de las cartas de amor: “sólo las criaturas que nunca escribieron / cartas de amor / son las que son / ridículas”.

Texto: François Baudin