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El Hijo. Foto: Raquel Manchado

El Hijo

La obsesión de amar

El ex de Migala se alía con Raül Fernández, Refree, para Madrileña, un antojo discográfico en el que la ciudad se transforma en una “isla adonde van a parar los náufragos y perdidos”.

Si Madrileña, el segundo trabajo en solitario de El Hijo, fuera una isla desierta –que lo es– tendría las coordenadas precisas de un globo terráqueo al que alguien frena con el dedo después de girarlo. Capricho geográfico lo llamarían. Por eso fue preciso que sus amigos le advirtieran de que la ciudad se le había “colado en las letras”. Sea como fuere, asegura Abel Hernández que Madrid es “sólo una excusa, una presencia” en un trabajo casero, “de influencias cotidianas”, que adquiere consistencia callejera en el transcurso de sus historias y los 11 artworks con los que Miki Leal, Félix Curto o Chechu Álava aderezan el libreto.

¿Por qué El Hijo? El nombre es un poco porque sí. No se me ocurrió a mí, sino a una amiga que me lo propuso medio en broma. Me gustó como “el hijo” pero también como “elijo”, de elegir. Y, la verdad, cada vez que me preguntan por ello me gusta más…
Así que no es una deuda familiar… No siempre hubo música en el ambiente familiar. Pero sí que, llegado el momento, mis padres me dejaron dinero para una grabadora de cuatro pistas, el coche para ir a ensayar y me aguantaron muchas horas tocando en mi cuarto las canciones de un mismo disco, sonando y sonando, horas y días. También me dedicaron muchos besos, con miradas radiantes y el clásico “bueno, no ha estado mal” después de los conciertos. La verdad es que siempre han sido muy buena gente mis padres.
Las otras vidas, su anterior trabajo en solitario, tenía un aire más foráneo. Madrileña ¿debe entenderse como una reivindicación de principios? No pienso con esa clase de fundamento sobre la música que hago. Sí que quería hacer un disco distinto, más mío, más de capricho y, en lugar de inventar una banda de apoyo que entonces no existía, sacarle el máximo partido a la colaboración que mantengo con Raül Fernández. Nos pusimos manos a la obra sin apenas planificación, en casa y con toda la libertad del mundo.
Sus canciones huyen del detalle pero el conjunto es plenamente armónico. ¿Hablamos de un disco perfectamente imperfecto? Me gusta lo de perfectamente imperfecto si le quitas lo de perfectamente. O sea que es un disco donde premeditadamente se han buscado las aristas, el capricho, la mezcla y la bastardía, tanto en la escritura de las canciones como en la producción. Pero no una apariencia de imperfección, no que resulte cuidadamente descuidado, como se dice de esos estilos de llevar el pelo o la ropa.
¿Cómo se cruzan sus acordes con el trazo fino de Miki Leal, Félix Curto, Chechu Álava o Fran Mohíno, autor de la cubierta? La única regla que se les puso fue que hicieran algo más bien sin pensar, espontáneo y manual, artesanal, sin usar técnicas que no fueran coger algo con las manos y ponerlo sobre papel. Un poco como habíamos grabado las canciones. A cada uno de ellos se les dio una canción, en cada caso por motivos distintos, incluso sin motivo alguno.
Si no se llamara Madrileña ¿seguiría siendo Madrid su ruido de fondo? Es que realmente no es de Madrid sobre lo que se canta. Madrid es una excusa, una presencia, como mucho. Me he ido dando cuenta de que se canta, sobre todo, acerca de la obsesión. Amorosa, o de excusa amorosa, casi siempre, pero no siempre. También se habla bastante de soledades y de lo que se ingenia uno para evitarlas. La ciudad de Madrid bien puede ser un motor de ambas cosas, pero no es el tema sino más bien un decorado, una localización en muchas de las canciones. A veces, quizá, un espejo.
¿Cuál es el leitmotiv de Madrid, su acorde? Creo que ninguno. Nada puede resumir eso. Quizá el ruido de cien músicos de todos los estilos tocando a la vez en cada uno de los distritos se le asemejaría algo. Todos sus músicos callejeros en la plaza de toros de Las Ventas en plena nevada, o a lo largo de los túneles de una red de metro peatonal en plan fiestas de San Isidro, con puestos de churros y de gallinejas y entresijos, discotecas para guiris, castizos bares-cafeterías convertidas en afters, puestos de chinos y restaurantes veganos. Quizá.

El Hijo actuará en versión acústica en el evento Stadium Madrid el 5 de julio a las 21 horas.

Texto: Manuel Dallo
Foto: Raquel Manchado

El Hijo. La obsesión de amar