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¿Papel o píxel? comprar una estantería se ha vuelto un dilema. El libro electrónico gana terreno, ya lo vemos por el metro o en las aulas.

Cambiará de aspecto y precio de aquí a 2022, pero la pregunta del millón es si liquidará a su predecesor, el ejemplar de papel. Aunque para su mera supervivencia hay un misterio por resolver: el blindaje de los derechos de autor. Es el quinto cambio de look del libro desde que hace 35 siglos apareció su versión primaria, la tablilla, a la que siguieron el papiro, el códice y la hoja impresa de Gutenberg. En 2000, Montando la bala, de Stephen King, fue el primer texto lanzado masivamente para dispositivos de lectura electrónica. Y en 2011, en Estados Unidos se vendieron más de 50 millones de ereaders, que en España comienzan ahora su eclosión, paralela a la digitalización de catálogo que está realizando el 75% de nuestras editoriales. ¿Será el libro de toda la vida una especie extinta en 2022? Antonio Quirós, vicepresidente de BQ, el mayor fabricante español de lectores electrónicos, pronostica que “solo persistirán libros en papel para coleccionistas, como hoy persiste el vinilo”, y a lo primero que diremos adiós será a la prensa, “y será muy pronto”. No obstante, cree que antes de desertar del papel habrá que dejar atrás “problemas” como “el IVA del ebook”, que es del 18% frente al 4% del formato impreso, y lamenta que las editoriales sean tan “conservadoras” en su migración digital. Quizá teman un escenario en el que los autores las puenteen y negocien directamente con los distribuidores de estos nuevos aparatos. El escritor Muñoz Rengel pide calma: “Son un sello de calidad, una referencia para decantarse por determinadas lecturas. No creo que desaparezcan, se adaptarán”. En la misma línea, Javier Celaya, fundador de la web Dosdoce.com, se queja de que “a veces, cuando hablamos de lo digital, esto parece un thriller en el que van a morir todos. Las editoriales han de destilar los contenidos de calidad de entre lo muchísimo que se publica gracias a las nuevas tecnologías”. Otras abocadas a renovarse o morir son las librerías. “Vamos hacia plataformas de pago tipo Spotify. Nubes, bibliotecas interconectadas para cuyo acceso se abonará una cuota”, explica Quirós. Celaya prevé que en el venidero 2022 se habrán tejido redes digitales de lectura. “Gracias a conexiones Wi-Fi, la búsqueda de un libro va a ser un acto social. En estas redes se verá el texto que otros lectores han adquirido y hasta qué página lo han leído. Además, compartiremos anotaciones”. Todo ello será a través de un soporte muy distinto del que hoy tenemos entre manos: Kostya Novosélov, premio Nobel de Física 2010, nos describe el libro que viene como “una lámina de grafeno [material de átomos de carbono, muy flexible, más resistente que el acero y con el espesor de un pelo], de alta resolución y bajo consumo, en el que se disfrutará de miles de páginas”. O sea, algo así como aquellos periódicos que se veían en Minority Report, que propiciará, a juicio de Celaya, “leer con los dedos. Los textos vendrán, cada vez más, acompañados de contenido audiovisual como vídeos o podcasts”, lo que resultará un imán para nuevos lectores, “la lectura transmedia es atractiva para los jóvenes”, y causa de un cambio en el modus operandi del escritor, “que compondrá sus textos con algo más que letras y permitirá personalizar sus narraciones”. Éstos, por ahora, andan preocupados con la amenaza de la piratería: “Necesito garantías de que mis libros no se podrán descargar gratuitamente”, declara Rengel. El profesor de Biblioteconomía de la Universidad de Murcia José A. Gómez considera que el futuro de la DRM (Gestión Digital de Derechos) puede ser una síntesis de las dos tendencias vigentes, “contenidos regulados y de acceso retribuido, y contenidos de acceso libre, compartible y reutilizable”. ¿Nos llevará eso a pasar página definitiva del libro de papel? Está por ver. Por ahora, disfrutemos de su tacto.

Texto: Paloma F. Fidalgo. Foto: Mr Toledano

Año 2022. ¿Cómo leeremos?